Cuando aparcamos el vehículo, fuimos por una cuesta enorme y
empinada.
Al descenderla, vas dirigiendo la mirada a un extremo de la playa y
ves una extensa llanura que parece un desierto.
Las peligrosas serpientes se deslizan por el acantilado, y los
escorpiones abundan en la rocosa playa.
La hierba se mezcla con la arena, que es un poco polvorienta,
y en la que puedes encontrar algas y restos de barcos hundidos en el mar.
Las grandiosas olas chocan contra las enormes rocas donde los pescadores arriesgan su vida por
conseguir un pulpo o algún pez.
Encima del alto acantilado se ve una tumba con tristes
flores, y debajo de él encontramos una ciénaga tenebrosa y profunda que destaca
con la luminosa playa y en la que se huelen los excrementos del sapo corredor que
allí se reproduce.
Asier Ladrón. 5º Primaria.
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